Si los científicos descubrieran un meteorito asesino poco antes de que éste se estrellara contra la Tierra, ¿deberían informar al público? El investigador Geoffrey Sommer, de Rand Corp., un grupo de estudios con sede en Santa Mónica, California, cree que la mejor respuesta en algunos casos es “no”.

Si el alerta llegara demasiado tarde como para poder prepararse para la catástrofe, Sommer sugiere que los gobiernos deberían guardar silencio. “Si no puedes hacer nada con la advertencia, no tiene sentido avisar”, djio Sommer el mes pasado en una reunión de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia en Denver.

“Si el impacto destructor es inevitable, entonces la ignorancia de la gente es una bendición”, indicó. Otros investigadores criticaron duramente los puntos de vista de Sommer. “Creo que la idea de Geoffrey es irracional y poco realista”, declaró Benny Peiser, un científico británico de la Universidad John Moores de Liverpool que vigila las amenazas de asteroides. “La confidencialidad que propugna, lejos de ser efectiva como dice Geoffrey, imposibilitaría cualquier intento de mitigar el impacto.

No obstante, Piser dijo que cualquier intento de mantener en secreto la existencia de un asteroide asesino sería futil. “Astrónomos profesionales y aficionados de todo el mundo pueden acceder fácilmente y confirmar los datos de observación y cálculos de cualquier Objeto Próximo a la Tierra (NEO por su sigla en inglés) que se descubra”, indicó.

Los científicos estiman que más de 1.000 asteroides de un kilómetro de diámetro o más — suficientemente grandes como para provocar una enorme devastación — acechan la ruta de la órbita terrestre. La NASA espera concluir un censo de los llamados NEOs en el 2008, y ya ha identificado a más de la mitad de la población prevista. Se cree que una roca espacial particularmente grande desencadenó los cambios climáticos globales que aceleraron la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años. Sin embargo, las colisiones con estos meteoros son raras, y sólo ocurren una vez cada millón de años.

Asteroides más pequeños, del tamaño de una ballena, con más frecuencia, cada varios siglos. La mayoría de ellos cae a los océanos, pero podría causar desastres regionales si cayeran en una zona poblada, según astrónomos.

 

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