Respecto al teléfono, las personas se podrían dividir en dos categorías: las que lo consideran un pasatiempo y las que, por el contrario, se sienten esclavizadas por él.

Las primeras hacen del teléfono el mismo uso que nuestras abuelas hacían de su diario, confundiendo a quien se encuentra al otro lado del hilo con su confidente o su biógrafo. Las otras tienen una especie de “complejo de teléfono” y no pueden levantar el auricular sin comenzar a balbucir o adoptar un tono malhumorado.

Existen algunas reglas sencillisimas, dictadas por el buen gusto o por el sentido común, que nos permitirán en este caso también elegir un justo medio.

Sentido Común y Concisión

Ante todo, hay que acostumbrarse a considerar el teléfono siempre como un medio y nunca como fin. Nos explicaremos mejor mediante algunos ejemplos. Una señora obliga a su amiga a escuchar el relato detallado de la película que ha visto la noche anterior y se extiende sobre la mucama y las extravagancias de la modista. Esta señora usa el teléfono como si fuera un fin: las llamadas a la amiga son para ella un pasatiempo cotidiano.

Por el contrario, considera el teléfono como un medio quien lo utiliza para simplificar y organizar su vida práctica; por ejemplo, para dar una cita, para hacer pedidos a los proveedores, para solicitar informaciones, etc.

Naturalmente, el teléfono es también un medio insustituible para facilitar las relaciones con nuestros semejantes. Lo usaremos, pues, para un rápido saludo a las personas queridas, para felicitaciones a amigos y parientes, para informarnos acerca del estado de un enfermo, etc. Lo importante es no abusar: el sentido común y la discreción nos indicarán la justa medida.

Primeras frases y saludos telefónicos

El o modo más correcto para iniciar una conversación telefónica debiera ser comenzando por dar nuestro nombre a la persona que atiende el llamado para que sepa desde el primer momento la identidad de quien telefonéa.

Con todo, en la práctica esta regla no siempre es observada, bien porque suponemos que nuestro interlocutor nos reconoce al momento, bien porque resulta espontáneo, antes de declarar nuestro nombre, comprobar si hemos llamado al número debido.

Al final de la conversación utilizaremos alguna de las fórmulas habituales de despedida.

Cuando se telefonea

Con respecto a la hora y ocasión de las llamadas telefónicas es conveniente observar elementales normas de discreción para no pecar de inoportunos o desconsiderados.

Excepto si se trata de comunicaciones urgentes, no debemos telefonear nunca a la hora de las comidas, ni por la mañana temprano, ni tarde por la noche.

Si se nos informa que la persona con la que deseamos comunicarnos está almorzando o cenando, dejemos nuestro nombre o bien llamemos más tarde.

Cierto es que no todos tenemos el mismo régimen de vida. No obstante, si se trata de amigos, conoceremos más o menos sus hábitos y podremos actuar en consecuencia. También en este caso valen siempre las sugerencias del sentido común y de la discreción.




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